Durante el segundo trimestre del curso, ya en 1984, Marga ha repetido la actividad. Esta vez ha sido con Every breath you take de Police y Yesterday, otra canción de los Beatles que, por desgracia, no está entre los casettes de mis padres. Poco recuerdo me deja la canción puesto que solo la puedo escuchar tres o cuatro veces en clase y siempre me quedará la mueca de desdén de Juan Ángel: otra canción lenta y aburrida.
Pero apuntando hacia el final del curso, Marga reparte nuevas hojas y aquí sí, All my loving aparece con todo su esplendor junto a otra canción de la que no recuerdo ni el título, ni el grupo. Y sí, All my loving está entre mis tesoros. Memorizada Michelle, he continuado escuchando el resto de canciones de las cintas y, poco a poco, he aprendido todas las melodías. Esto quiere decir que puedo cantar el título y para el resto de la canción me limito a forzar una jerga propia más o menos anglosajona, al menos a mis oídos, algo parecido al método de composición de Lapido y tantos otros que primero construyen la melodía y hasta que escriben la letra, se limitan a inventarse una palabrería supuestamente inglesa.
Con la hoja como el mapa de un tesoro a mi disposición, vuelvo a casa y me lanzo a escuchar la canción una y otra vez hasta aprenderla. Aunque es algo más compleja y menos repetitiva que Michelle, lo cierto es que me resulta más sencilla. Descubro que la memoria para retener canciones es como cualquier músculo, se desarrolla.
All my loving no es propiamente una canción en forma epistolar, como lo son When I´m sixty four o P. S. I love you también escritas por Paul poco tiempo antes, pero sí se les parece en el sentido de estar escritas en primera persona y hacer mención a esa carta que se escribirá todos los días para enviar su amor, al tiempo que se promete ser fiel y le pide que cierre los ojos para besarla como el comienzo de una mejor noche. En los tiempos en que Paul compuso esta canción, las giras por Inglaterra, sus visitas continuas a Londres y el recuerdo de las largas estancias en Hamburgo han podido formar esa base en la que inspirarse. Tal vez la canción sea la versión con melodía de las promesas que tantas veces habrá tenido que hacer a sus diversos ligues y novias antes de cada partida, tal vez esto dé algo de verosimilitud al conjunto, algo deslucido por esa promesa de fidelidad que, a todas luces, se sabe falsa, una mentira piadosa en el mejor de los casos.
Esta canción también será la primera que los Beatles interpreten en Estados Unidos, en su presentación en el Ed Sullivan Show y cuenta con un guitarreo rítmico de John, los famosos tripletes, que será a menudo citado como un ejemplo de su peculiar modo de afrontar su labor de segundo guitarra. Y también es admirable el solo de George en el que refleja cuánto ha aprendido de guitarristas como Carl Perkins o Chet Atjins.
Pero volvemos a mi casa, en la que ya solo escucho las tres cintas de los Beatles, esos 30 Great Hits de los que no tengo más información que dos letras completas y los créditos de las canciones. Ni fechas, ni discos en que aparecieron, ni siquiera fotos del grupo, del que solo tengo alguna imagen vaporosa, algo de la tele, alguna revista, poco más. Pero tengo claro que hay algo que me gusta más en esas treinta canciones que en nada de lo que haya escuchado antes. Seguramente, parte de esa obsesión viene de haber escuchado una y otra vez las mismas canciones aburrido de rebobinar a todas horas para volver al comienzo de Michelle, de All my loving. Sea como sea, lo cierto es que todas las canciones me gustan, todas me parecen mejores que las anteriores y de todas querría tener las letras. Ahora pienso que habría sido fácil pedirle a Marga que me diera todas las que tuviera, tal vez nunca se me ocurrió, tal vez la distancia entre alumno y profesor de aquellos años no invitaba a ello o, más probablemente, mi timidez me hacía guardar este descubrimiento como un secreto a esconder, algo tan propio de esa edad, algo que también rondaba la cabeza de John mientras componía Do you want to know a secret? o There´s a place.
Por eso me conformo con garabatear en una carpeta la transcripción fonética de las canciones, lo que me supondrá un grave problema cuando al fin consiga las letras. Tardaré meses en sustituir mi dialecto por las palabras correctas.
Y así avanzan los meses y termino por sentir como una traición a los Beatles escuchar cualquier cosa que no esté contenida en esas tres cintas, y así será durante mucho tiempo, en el que iré completando la discografía pero solo en muy raras ocasiones escucharé otra música, a otros artistas que solo volverán a llegar poco a poco en la medida en que pueda encontrar una relación entre ellos con los Beatles. Pero hasta que esto ocurra, aún deberá pasar mucho tiempo.
Probablemente ya sea verano de 1983 cuando vamos a comer con la familia a un restaurante muy popular, cercano a mi ciudad. Aún no sé que en ese mismo restaurante estuvieron Paul McCartney y Mal Evans en el otoño de 1966, pisando las mismas baldosas que yo piso y mirando el mismo paisaje por el que tantas veces he corrido con mis primos. Pero esto se contará otro día.
Lo cierto es que en el estante rotatorio de casettes descubro 20 Greatest Hits de los Beatles, recopilación no muy afortunada, publicada el año anterior. Pido dinero a mis padres y no sin alguna protesta (pero si ya tienes cintas suyas en casa) compro la cinta, mi primer disco propio de los Beatles.
Mi primer dis.co propio de los Beatles fue ya en CD. The Beatles live at the BBC. Un disco doble con rarezas y versiones. Envidia de mi primo, fiel seguidor de la banda.
ResponderEliminarYo tengo también ese CD, que compré en un Simago justo las Navidades en que se publico. Un disco maravilloso, lleno de novedades, curiosidades, versiones y joyas. Tendrá su entrada correspondiente. Gracias por el comentario.
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