sábado, 3 de julio de 2021

Conociendo a los Beatles (Parte 1ª)

 

 
 
 


Es el primer trimestre del curso ochenta y tres-ochenta y cuatro en un colegio de provincias. La clase es 7º B de EGB y la profesora de Inglés ha decidido hacer una actividad algo más práctica y propone un fill the gap. Reparte dos hojas con los textos de dos canciones en inglés con algunos espacios en blanco para que los alumnos, escuchando la canción puedan completar los huecos. Después de la actividad se repasará el nuevo vocabulario y la gramática.

Marga es una profesora joven en un colegio con un claustro algo maduro y en el que todavía los alumnos son exclusivamente varones. Con doce o trece años, la adolescencia ya ha llamado a la puerta y algunos chavales muestran su predilección por Marga, a veces de manera algo cazurril, otras a escondidas. No es fácil enseñar en ese contexto, sobrehormonado pero trata de interesar a los chicos con alguna actividad diferente.

Sin saberlo, está siguiendo los pasos de Juan Carrión, el viejo profesor de inglés que enseñara a través de las canciones de los Beatles y que viajó a Almería para conocer a John Lennon mientras rodaba How I won the war y le pedía que las letras de las canciones se incluyeran en los discos. John, sorprendentemente, le hizo caso y así las letras de su siguiente disco, Sgt. Pepper`s Lonely Hearts Club Band, lucirían en su contraportada. Seguramente el profesor Carrión se sorprendería de que su pequeña victoria terminase formando parte de alguna de las pruebas de la falsa muerte de Paul McCartney.

Seguramente Marga no conoce la historia del profesor Carrión, tampoco sé si habrá visto la película que la narra, Vivir es fácil con los ojos cerrados y si se hubiera sentido identificada con él. Pero nada de esto pasa por su cabeza mientras reparte las hojas entre los pupitres.

En la última fila de la clase, Juan Ángel y yo recibimos los dos folios. El ejercicio será fácil para él, va a clases particulares con el único nativo inglés de toda la ciudad, y yo soy consciente de que tengo que mejorar  

Las dos canciones elegidas son Nowhere Man y Michelle: Una de John, una de Paul, no se puede ser más ecuánime. Ambas de Rubber Soul, el comienzo del gran cambio, también para mí. No deja de resultar curioso que para un ejercicio de inglés se elija una canción que tiene palabras en francés. Hasta hoy, siguen siendo prácticamente las únicas que conozco de ese idioma.Casi como Paul que tan solo es capaz de recordar de sus clases de español Tres conejos en un árbol, tocando el tambor, que sí que no, que sí lo he visto yo.

No recuerdo si las canciones me gustaron en ese momento. Pero sí sé que ese mismo día busqué en el cajón en el que mis padres guardaban sus casettes y en el que sabía que había algunos de los Beatles.

Me gustaba la música, diría que mucho, pero lo cierto es que solo tenía dos vías de conocimiento musical: ese cajón y la radio. Ya había visto antes las cintas de los Beatles de mis padres pero, por alguna razón, nunca las había prestado atención. Tal vez fuera lo austero de las portadas, tal vez de alguna manera era consciente del peso de ese nombre y creía que debía ser algo tan incomprensible para mis oídos como una sinfonía de Beethoven. En resumen, el peso de su leyenda les hizo merecedores de un Roll over Beatles.

Así que prefería otros casettes que me parecían más amigables, ligeros, apropiados a mis oídos de 13 años. Y sí, escuchaba a Abba, Simon  & Gartfunkel Serrat, Paco Ibáñez, Pink Floyd o Boney M, un revoltijo de restos musicales que mis padres habían ido atesorando a lo largo de los años, con poca coherencia y mucho eclecticismo. Pero ese caos parece marca de la época. Repasando la lista de números uno en Los 40 Principales de ese año, vemos a Los Elegantes, Olé ,Olé, La Unión o Los Pistones, juntoa David Bowie, el Thriller de Michael Jackson o los Stones pero también bien secundados por Julio Iglesias, Chiquetete, Perales, Aute, Gonzalo o Bertín Osborne. Así no es fácil forjarse un buen gusto musical perdurable.

Pero tampoco era para quejarse. Apenas dos años antes se había inaugurado la delegación de la Cadena Ser en la ciudad y así llegó la FM musical. Dos locutores causaron sensación, uno de ellos lucía una cresta espectacular con un atuendo propio de los modernos que se veían en algunos de los escasos videos que se emitían en la televisión pública. Así era la vida musical en provincias. Poca o nula oferta, escaso acceso a revistas especializadas y una total y absoluta carencia de tiendas en las que poder comprar algo que pudiera sonar más excitante que Camilo Sesto o Francisco.

En las casettes de los Beatles que hay en mi casa no aparece Nowhere Man, así que me concentro en Michelle, por fortuna, una letra más sencilla, algo repetitiva. No en vano la canción trata de representar los esfuerzos de un joven inglés por hacer saber a una bella francesa cuánto la ama, eligiendo pocas palabras, sencillas, idóneas para mi segundo año de estudio de inglés.

Tampoco fue fácil para Paul encontrar las palabras correctas. Hubo de recurrir a la esposa de su viejo amigo de Liverpool, Ivan Vaughan, profesora de francés para que tratara de encajar las palabras que van bien juntas. Y allí estaba yo, tratando de memorizarlas, de comprenderlas e incluso de cantarlas. 

Hoy no es fácil hacerse una idea del complicado proceso que había que seguir para escuchar una canción una y otra vez. Se lo trato de explicar a mi hijo de diez años y se ríe pensando que le tomo el pelo. Todo lo que no sea dar un toque a una pantalla parece tan lejano como la Guerra de los Treinta Años.

Trataré de explicarlo. Se apretaba el botón de play, no se pulsaba o tocaba, se apretaba, porque había que hacer fuerza, cosas del mundo analógico. La canción sonaba y, al terminar, se presionaba el botón de stop. La cinta se detenía y comenzábamos la labor de rebobinado Presionando el botón rewind, parando, dando al play para ver si habíamos retrocedido lo bastante, volviendo a rebobinar, avanzando en su caso, hasta que llegábamos a ese espacio de silencio que separa las canciones, nuestro punto de partida, y a volver a comenzar.  

En ocasiones, para rebobinar completamente una cinta se recurría a un boli Bic, cuya forma poliédrica encajaba de un modo mágico, misterioso, en las ruedas de los casettes.

Y una y otra vez escucho la canción, aprendo la letra, la canto de continuo para grabar la pronunciación y fijar las palabras. Mi primera canción en inglés, mi primera canción de los Beatles.

 

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