sábado, 23 de octubre de 2021

De picaderos por Liverpool (Parte 2ª y última)

 


Hemos saltado de año y estamos al comienzo de 1960, una nueva década que aún se parece a la anterior en todo, que no ha sido sacudida en sus cimientos por la rebeldía de unos jóvenes que aún viven en las casas de sus familias, que acuden al instituto y están sometidos a las estrictas normas escolares británicas, más próximas a los tiempos de la reina Victoria que a los de Isabel II. Pero para John ha llegado el momento de dar el salto, a fin de cuentas este año cumplirá sus veinte y, a pesar de las protestas y recelos de Mimi, deja su hogar en Menlove Avenue y se muda a la nueva casa que Stu ha alquilado con otros tres jóvenes, no muy lejos de la anterior, cerca del College of Art. Y hacia allí me dirijo, a Gambier Terrace, a su número 3.


El edificio es aún más espléndido que el de Percy Street. Su columnata da a una calle privada para los residentes, alejada del ruido y las molestias. Justo enfrente de la catedral, en su vertiente ajardinada con su romántico cementerio lleno de antiguas lápidas como un museo gótico. Localizo el número pero no dispongo de más información. El portal se abre en una escalera que da acceso a varios pisos, cada uno de ellos con distintas puertas, ninguna indicación. De nuevo en la calle permanezco perplejo y algo abatido cuando una chica cargada con una caja llena de libros, saliendo del mismo portal, me pregunta si busco la casa de Lennon. Ante mi sonrisa no espera respuesta y me indica la puerta exacta. Al parecer no debo ser el primer peregrino en la misma situación. Plantado ante esta puerta que será mi frontera definitiva cierro los ojos y va llegando a mí poco a poco el sonido del primer disco de Johnny Burnette, ese disco que John escuchaba continuamente de principio a fin mientras vivió en esta casa y del que grabó Lonsesome Tears In My Eyes para las actuaciones de los Beatles en la BBC. Ese sonido tosco y saturado, esos gritos alejados del engolamiento de algunos artistas de la época, actuó como un imán para los tres jóvenes que ahora se reunían los fines de semana en esta casa para ensayar, fumar y hablar de un futuro en el que serían más grandes que Elvis, un porvenir que nunca pareció tan lejano e incierto.

 

La puerta del apartamento

Durante algún tiempo también George vivió aquí e incluso se planeó que Paul se mudara  aunque éste no llegó nunca a dar el paso. Se cuenta que sus habitaciones eran tan frías, que llegaron a quemar los muebles para caldearlas. Así, los colchones reposaban en el suelo y las pertenencias se repartían por toda la casa sin orden ni criterio.

Cynthia también visitaba con frecuencia Gambier Terrace, a la salida de clase o durante los fines de semana, mientras decía en casa que se quedaba a dormir con una amiga. Aún recordaba la escena cuando la tía Mimi, acompañada de John, visitó a su madre en la casa de Hoylake y terminaron discutiendo, la una porque los amoríos distraían a John de sus estudios, la otra porque el joven era una pésima influencia para una muchacha tan incauta como prometedora. Cynthia recordaría que John salió de la casa llorando pese a su ruda apariencia porque no era capaz de soportar los enfrentamientos.


Y esto podía ser cierto, siempre y cuando él no fuera el protagonista de los mismos. La violencia física no le era ajena, aunque por lo general bastaba su bravuconería para hacer desistir a cualquiera de iniciar una disputa. Sin embargo, como él mismo reconocería muchos años después, su violencia física estaba principalmente enfocada a sus parejas, sobre las que ejercía un dominio despótico. En ocasiones, agredió a Cyn y ésta se planteó dejarle repetidamente, pero finalmente, John prometió no volver a pegarla y según asegura Cynthia, cumplió su palabra. Al parecer, nada se dijo de otro tipo de violencia, tampoco nada sobre una fidelidad que no fuera la de ella hacia él.

 

Las cosas funcionaban así en aquellos días. En agosto de 1962, el grupo femenino The Crystals, lanzó un single que pronto fue prohibido en algunas radios por su contenido cercano al masoquismo, hoy lo llamaríamos simplemente violencia de género. He Hit Me (And It Felt Like A Kiss) representaba de un modo descarnado lo que muchas muchachas creían, lo que toda una sociedad venía dando por bueno desde hacía mucho tiempo, y las canciones de la época así lo reflejaban. Honey Hush de Johnny Burnetteusaba un bate de beisbol como amenaza y en Baby, Let´s Play House de Elvis, éste cantaba que prefería ver muerta a su chica que con otro hombre. Precisamente John tomaría prestado este verso para iniciar Run For Your Life grabada por los Beatles en 1965.   


Paul y John admiraban a Brigite Bardot y, por supuesto, todas sus novias debían vestir como ella y parecerse lo más posible a la actriz francesa. Cyn se volvió más rubia, olvidaba sus gafas y sus faldas se acortaban a un ritmo trepidante hasta parecer encajar perfectamente en el ambiente moderno y desinhibido de Gambier Terrace.

 

Las condiciones de la vivienda no eran mejores que las de Percy Street pero la posibilidad de convivir todo el día con Stu cimentó una amistad entre dos almas que tenían lados comunes. Por una parte, Stu tenía una gran sensibilidad y una vena artística que tan solo se puede atisbar como promesa truncada. Por otro lado, John también cultivaba un lado artístico, más orientado a los juegos de palabras y las caricaturas, pero que podía centrarse en esfuerzos más serios siempre y cuando no le requiriesen demasiado tiempo que le apartase de la música. Porque, aunque Stu abrió muchas fronteras culturales y mentales a John, éste logró envenenar al joven pintor con el sonido del rock´n´roll.


Una carencia crónica del grupo había sido la de un baterista y un bajista. Solo lograban reclutar a alguno para actuaciones puntuales, nunca nada estable, nunca con alguien con el que la conexión fuera instantánea. Pocos podían soportar el sarcasmo de John, la sabiondez de Paul o las burlas ácidas de George, un mocoso más pequeño que cualquiera de ellos pero con un descaro imbatible. Ninguno podía rebasar la férrea pared de referencias musicales, de programas cómicos de la radio al estilo de los Goons o de libros como los de Lewis Carrol. Así, cualquiera que se acercara a ellos debía superar una dura prueba, devolver ingenio con ingenio, insultos con insultos, soportar un largo periodo de aprendizaje al que pocos estaban dispuestos. La chispa solo se encendía rara vez, Richard Starkey sería un claro ejemplo. También Mal Evans y Neil Aspinall quienes pronto se les unirían como empleados y que seguirían a su lado incluso tras la separación del grupo. Otro de los  pocos afortunados que formaron parte de ese inner circle, fue Pete Shotton quien, pese a haber sido abruptamente expulsado de los Quarrymen el día que John rompió en su cabeza la tabla de lavar que usaba como instrumento de percusión, conservó la amistad de John toda su vida y jugó un papel importante en alguna canción del grupo. Lo mismo se puede decir de Ivan Vaughan, el amigo común de Paul y John que les presentó y del que nunca se olvidaron encargándole incluso la gestión de una división de la futura Apple.


Su capacidad para burlarse de todo y todos con sus extraños juegos de palabras, con sus vocablos inventados, con sus bromas incomprensibles para el resto serían una muestra de rareza en estos días pero se convirtió en una extraordinaria fortaleza cuando explotase la beatlemania y todo enloqueciese a su alrededor. Mantener un idioma propio, sentir ese vínculo al margen de cualquier otro, les unió para hacer soportable lo que para otros supondría una tensión que destruyó antes de tiempo muchos grupos prometedores.  


Y aquí, en Gambier Terrace, John trató de incluir a Stu en su grupo. Tal vez creyó que Stu sí podría hacerlo, sí podría dar el salto y convertirse en uno de ellos sin importar las habilidades musicales. Así que cuando Stu ganó el premio de la exposición Moores en 1959 por una de sus obras, se desató la campaña para que el importe fuera invertido en un bajo, precisamente el instrumento del que ellos carecían, el instrumento del gordo, como solía decir Paul.


No me extraña, por tanto, que al salir a la calle, y volver a ver a la chica que me ha dado las indicaciones y que sigue acarreando cajas del piso a un coche, me resulte fácil imaginarla convertida en el delicado Stu, cargando un enorme bajo Hofner embutido en una funda, un lujo porque los otros tres siguen trasladando sus guitarras sin protección alguna. También lleva un gran amplificador, un regalo para el grupo que hasta ahora tiene que usar el pequeño Elpico de 10 vatios de Paul que no tiene entrada para todas sus guitarras. El grupo por fin se electrificará abandonando los sets con algunas guitarras enchufadas y otras no. Sigo al pequeño Stu, preguntándome por qué habrá elegido un modelo de bajo que abulta casi tanto como él, aunque es una reflexión un tanto estúpida, otros han hecho la elección, Stu solo ha desembolsado el importe inicial y comprometido la financiación del resto.


Y nuevamente me quedo ante la puerta mientras los muchachos le van explicando en qué consiste el bajo, cómo se logra su sonido, esas primeras notas y escalas que le permitan acoplarse a la mayoría de las canciones que tocan, prácticamente tres acordes en cada una. Pero donde las manos de Stu se revelaban como hábiles en el manejo de los pinceles, ahora se muestran torpes e inseguras, incapaces de crear esa mezcla de colores en que también consiste la música para aquellos que la sienten como lo hacen Paul y George, que le miran en silencio, guardando sus insultos y desprecio solo por un breve tiempo inicial, solo por el respeto que saben que John le tiene. Y éste permanece callado. Hasta el momento el grupo ha crecido incorporando a Paul y a George, músicos talentosos, y expulsando a los incapaces que formaron los Quarrymen iniciales. Ahora se ha saltado su propia norma y espera no haberse equivocado. La sagrada línea de fidelidades y nudos que laten bajo esta compleja relación que pretende ser un grupo de música se expresa en la fórmula de que John trajo a Paul y Paul trajo a George. En buena lógica, George debería culminar el proceso, y así será, pero aún no ha llegado el momento, George siempre será cauteloso en sus pasos.

 


Así que su desesperación es comprensible. Por debajo de la puerta llegan los torpes intentos de Stu por conseguir algo de un instrumento que no entiende, que no domina y que le destroza sus dedos, antes finos, ahora llenos de ampollas. El grupo ensaya Hallelujah, I Love Her So, una canción de Ray Charles que conocen por la versión de Eddie Cochran, que en unas semanas actuará en el Empire Theatre, días antes de fallecer en un accidente de tráfico. Pero lo que oigo no se parece en nada a la brillante versión de Cochran, es más bien un desesperado intento de Stu por acertar alguna nota, por no pulsar las cuerdas a destiempo, por dotar de cierta flexibilidad al conjunto. Tarea imposible. Me aparto para dejar salir del apartamento a tres jóvenes airados camino de Ye Cracke para emborracharse dejando solo a Stu, marginado, para que sienta que no ha pasado la prueba, que debe esforzarse y que aunque nadie conoce a este grupo, que ni siquiera tiene actuaciones más allá de las que hacen en sus dormitorios o en la boda de algún familiar, tienen el ego de unas estrellas del rock y no toleran imperfecciones. Paul aún recuerda cuando trató de hacer el solo de  Boogie Guitar en una de sus primeras actuaciones con los Quarrymen. Sus dedos se agarrotaron y nada sonó como debía. Nadie dijo nada pero no lo volvió a intentar hasta pasados bastantes años, no quiso exponer esa muestra de debilidad ante John, George se ganó por siempre su papel de guitarra solista.


Y mientras ellos beben, Stu maldice y vuelve a probar con el bajo. Ahora canta la melancólica Love Me Tender, mucho sentimiento y poca técnica. Se convertirá en su canción preferida y la única que los otros le dejarán cantar. Será la que interprete en Hamburgo ante Astrid, siempre en medio de las risas y burlas del resto, siempre inseguro y avergonzado. Pese a que la grabación que se publicó hace unos años con una supuesta interpretación de esta canción por Stu fue avalada por miembros de su familia que decían reconocer su voz, lo cierto es que no es él. Quedémonos con los diecisiete segundos del ensayo de Hallelujah, I Love Her So, grabación que ha sobrevivido hasta nuestros días milagrosamente y que demuestra lo desesperados que debían de estar por conseguir un bajista como para permitir que lo tocara alguien absolutamente carente de aptitudes musicales.     


Los Beatles con Stu y Pete
  
 
Entre tanto, Cynthia y John mantienen un romance como los de la época, trufado de disputas por celos y muestras de amor inocente, como cuando John le envía una felicitación de Navidad y le dice que la ama como a las guitarras. Su noviazgo crece ante el desagrado de sus familias respectivas, aunque seguramente John creía firmemente que Julia habría apoyado la relación. De lo que sí le habría podido advertir, por experiencia propia, era de la conveniencia de adoptar precauciones. Pero los preservativos no son de uso corriente en el Liverpool de la época, o tal vez ni siquiera se planteen su uso. John y Cynthia sortearán los riesgos del embarazo con mejor fortuna que Paul, que dejará embarazada a su novia Dorothy debiendo prometerla matrimonio según los cánones de la época, y librándose solo a última hora merced a un aborto espontáneo.


Recorro Gambier Terrace y vuelvo a salir a Hope Street y a admirar los muros de la catedral protestante de Liverpool. La zona está llena de vida a estas horas de la tarde y retrocedo sobre mis pasos para volver al edificio del LIPA. Aquí el curso está comenzando, pero en el punto en que hemos dejado ensayando a Stu, ninguno de los cuatro miembros de los Quarrymen actuales comenzará un nuevo curso. 1960 será un año que dará un giro inesperado a su carrera convirtiéndolos en músicos profesionales, no un mero grupo de amigos que puede tocar si alguien se lo ofrece a cambio de unas cervezas.


Pero es un largo viaje en el que no les voy a seguir por ahora. Decidido a completar mi circuito de picaderos, debo esperar a 1962. A estas alturas, John ya ha recibido la visita del hombre sobre un pastel flameante que les ha bautizado como Beatles, han viajado a Hamburgo dos veces y han revolucionado la escena local en Liverpool; incluso tienen un manager judío que les hace ganar más dinero por concierto que la paga semanal de cualquiera de sus padres. Han grabado un disco en Alemania como acompañantes del cantante londinense Tony Sheridan y han estado a punto de ser fichados por Decca, aunque finalmente han sido rechazados, pero Brian sigue viajando casi semanalmente a Londres para mover todos sus contactos y obtener el ansiado contrato de grabación, el primero para cualquier grupo de Liverpool.


Y sus vidas personales continúan. En el caso de Cyn y John, la joven se ha mudado a Mendips como si fuera una más de los estudiantes acogidos en la casa. La tía Mimi guarda una furiosa vigilancia para preservar la decencia de su techo ignorando que ésta ya ha sido burlada los años anteriores, que la habitación de John ha visto pasar a Thel, a otras y, tiempo después, también a la adorable y educada Cynthia. El dulce carácter de ésta, que parece personificar todo cuanto Mimi debería desear en una muchacha para su sobrino, no es suficiente para superar su rechazo y solo a duras penas acepta que se instale bajo su techo durante una larga ausencia de la madre. Las cosas empeoran poco a poco hasta que, durante una de las visitas de John a Hamburgo, Cyn tiene que salir precipitadamente de Mendips para instalarse con una tía temporalmente hasta que localiza un nuevo piso en el que alquilar una habitación.


El noviazgo de los chicos no es del gusto de Brian. Hay quien pensará que tiene pretensiones con ellos, pero lo cierto es que, en su papel de manager de un grupo de rock tiene que inventar una nueva manera de hacer, una que le diferencie de los tipos al estilo de Larry Parnes, o el "coronel" Tom Parker, tipos infames que hacen del soborno y el juego sucio un arte. Él no quiere asociar a los Beatles con esas prácticas. Son un grupo diferente, un sonido diferente, unas personalidades que no se acoplan a lo que el negocio musical de la época ofrece y requiere. Por tanto, ninguna de las viejas formas le valdrán. Sigue su máxima de que el trato justo es el trato correcto y en toda su carrera tratará de unirse a las personas más honestas y confiables que pueda. Sin embargo, debe recorrer este camino solo, por lo que, en ocasiones, adopta normas de la vieja escuela como esa que dice que las estrellas no deben tener noviazgos conocidos que desanimen a las seguidoras más fantasiosas.

 

Por eso, Brian siempre ha animado a los chicos a que no permitan que sus novias les visiten en sus actuaciones. Y hay que decir que a ellos no les importa, en esta época ya gozan de gran reputación en Liverpool y tienen a cuantas muchachas quieran por lo que una novia cerca esfuma cualquier posibilidad de pasar un buen rato.


Alejadas de gran parte de la actividad social de sus chicos, las novias beatle formarán un grupo casi tan unido, aunque por razones totalmente opuestas, como el de sus parejas. Por ello, es fácil comprender los motivos de Dot para, una vez recuperada de su aborto, mudarse a una habitación en la misma casa de Cyn.


Estamos en el 93 de Garmoyle Road, en un vecindario tranquilo al oeste de Penny Lane, no muy lejos de la casa natal de George o del orfanato en el que estudió el padre de John. Sus calles a veces se ven alborotadas por los gritos de dos parejas de jóvenes que suben a la casa a escondidas ya que las normas de la época no permiten que los novios visiten a sus chicas en sus habitaciones y éstas podrían ver cancelados sus contratos de alquiler por deshonestidad. Pero esto no parece desanimar a John ni a Paul, y sus visitas son frecuentes cuando sus actuaciones a mediodía y por la noche se lo permiten.

    

Sigo a las dos parejas caminando por estas calles y bajando al parque que se extiende detrás de la casa, más allá de las vías del ferrocarril. Se ve a John y Paul caminar por delante, juntos, hablando de su último concierto, riéndose de alguna jugarreta que le han gastado a su atildado nuevo manager o discutiendo sobre la calidad de varios discos que está sacando un nuevo sello americano llamado Motown. Pero sus chicas caminan por detrás, invisibles a ellos. Y es una señal de lo que está por venir. Tal vez sea el pitido de un tren lo que me haga avanzar hasta el 25 de agosto del 67, cuando los Beatles lleguen a la Eustaton Station de Londres para tomar el tren que los llevará a Bango, en el norte de Gales, para asistir al seminario de diez días sobre  Meditación Trascendental del Maharishi Magesh Yogi. Esa mañana Cynthia, cargada de maletas y bloqueada entre la multitud de periodistas y curiosos, perderá el tren mientras John le grita por la ventana. Una esposa beatle rodeada de periodistas que la fotografían mientras llora desconsoladamente, no tanto por haber perdido el tren sino porque cobra conciencia, como asegurará en sus memorias, de que ese momento simbolizaba la ruptura de su matrimonio, con un John que seguía adelante y ella quedaba atrás. Poco después, bastaría la presencia de una pequeña mujer de larga melena para certificar sus temores.  


El tren ya ha pasado y vuelvo a ver a John y Paul por delante de sus chicas, dándose amistosos empujones, jugando a pelear, tal y como hacen en el escenario con gran disgusto de Brian. La relación entre ambos es cada día más fuerte. Stu ha quedado en Alemania y Paul apenas tiene a nadie que le prive de la atención plena de John. Definitivamente ha tomado el bajo como instrumento abandonando la guitarra, y sus dotes musicales naturales le están permitiendo sacar una notable ventaja de este instrumento, hasta ese momento bastante poco apreciado, solo una forma más de marcar el ritmo, como ocurre con la batería. Pero Paul se esfuerza por exprimir sus posibilidades y tomar de él algo más, por  convertirlo en el auténtico motor de una banda, como le dirá a Rick Rubin, por crear líneas imaginativas que redefinirán el uso del instrumento para siempre.


Sin embargo, su chica no le seguirá en ese impresionante viaje. Dot, tal y como está ahora, como la veo en este preciso instante, tal vez en blanco y negro como todo parece aún entonces, pronto formará parte del pasado beatle. Y la forma de romper de Paul no será de las más sutiles. Le planteará sin más que, después de todo este tiempo juntos, solo tienen dos opciones: casarse o romper. Y él no está dispuesto a casarse, no al menos si no hay un embarazo de por medio, así que Dot saca sus propias conclusiones y se refugia en su habitación, seguida por Cyn que trata de consolarla aunque tiene sus propios problemas y quebraderos de cabeza.


A finales de julio de 1962, Cyn ha descubierto que está embarazada. Teme dar la noticia a John y tal vez valore la posibilidad de abortar. Pero, finalmente, informa a John y éste, abrumado por la situación lo comunica a Brian, el manager del que se ríe por su amaneramiento y modales, pero en el que confía para resolver esta clase de asuntos. Brian, que ya tiene preparado el contrato de su grupo con Parlophone, no quiere tener un escándalo que haga fracasar sus esfuerzos de los últimos meses. Propone la solución habitual en la época, una boda rápida que haga que la criatura nazca en el seno de un matrimonio y, posteriormente, ocultar la boda, a la madre y al niño de la prensa.

Edificio del Registro
 

Son las diez de la mañana y el cielo está cubierto de nubes cuando veo aparcar enfrente de la puerta del piso de Cynthia un elegante Ford Zodiac con la pintura totalmente estropeada por algún acto de vandalismo que las malas lenguas atribuyen a algún partidario de Pete Best, despedido hace un par de semanas del grupo. Al volante se encuentra un joven vestido elegantemente y con una encantadora sonrisa. Su rostro tiene rasgos algo infantiles, tal vez sea el motivo por el que se obsesiona por los pequeños detalles y pone tan gran pasión en todo cuanto hace, hasta que se aburre y desea pasar a otra cosa. Pero aquí, a lo que se dedica es a hacer sonar la bocina hasta que una joven rubia sale por la puerta corriendo, y el joven, ahora veo que es bastante mayor que ella, le entrega un pequeño ramo de flores. Es el 23 de agosto de 1962 y Brian ha venido a recoger a la novia a su casa para llevarla a la Oficina del Registro.


Para hacer tiempo, camino hacia Mount Pleasant Street y me paro a tomar una pinta en la terraza del Voto Shisha Lounge. La elección puede parecer sorprendente porque es un local reciente, probablemente regentado por un paquistaní (get back!), en todo caso, un inmigrante llegado de las colonias, no un scouser. Desconozco qué tipo de negocio ocupaba este local hace 57 años y 27 días pero la localización es inmejorable para cualquier establecimiento de copas, refrigerio o comidas. No en vano, está adyacente al 64 de Munt Pleasant Street, el lugar en el que se ubicaba una de las oficinas del Registro Civil de Liverpool en el que, entre otros trámites administrativos, se celebraban los matrimonios.


No hace muchos años, en 1953, ha pasado por aquí Elsie, la madre de Richie, para unir su destino a Harry Graves, el londinense con el que ahora vive y del que todos se burlan por su acento cockney. Ringo estará encantado con esta boda de su madre con un tipo que le invita a copas, que le anima en sus esfuerzos por tocar la batería y que tiene un sentido del humor parecido al suyo. Harry no ocupará el lugar del padre que abandonó a la familia cuando Ringo apenas tenía tres años, pero sí garantizará cierta estabilidad y alegría a su madre, y es un tipo que le cae bien. Sin embargo, de aquello han pasado ya nueve años y Ringo acaba de ingresar en los Beatles, haciendo realidad su sueño de poder dedicarse de una vez por todas a la batería, de ganarse la vida con ello incluso mejor que sus antiguos compañeros de trabajo en H. Hunt & Son.


Los invitados van llegando poco a poco y desde mi posición privilegiada puedo observar con todo detalle. El cortejo está formado por los novios, Brian, Paul y George y un medio hermano de Cynthia y su esposa. Les veo a todos nerviosos. Brian preocupado porque todo salga bien, aún teme que John escape y sus planes se frustren. John y Cynthia inquietos, no convencidos del todo del paso que van a dar pero sabiendo que no tienen muchas más alternativas. Paul y George algo descolocados, probablemente aún resacosos ya que la víspera han actuado en el Cavern (su actuación número 218 en el local) y las cámaras de la televisión del noroeste de Inglaterra, Granada, les han grabado por primera vez, las primeras imágenes de calidad en movimiento que tenemos del grupo. También ha sido una de las primeras veces que han tocado con Ringo que se ha unido a la banda apenas hace cinco días. George tiene suerte por no tener aún el moratón en un ojo que lucirá un par de días después de un puñetazo de un fan de Pete o de un lío de celos y miradas desde el escenario, nunca se sabrá. Tal vez el más alegre sea Paul, imagino que por estar viendo a su compañero seguir los pasos que él estuvo a punto de dar hace poco y por haberse librado de la amenaza de matrimonio con Dot, rompiendo recientemente con ella.  


Puedo contemplarles a placer hasta que llega una furgoneta municipal de la que se bajan unos obreros con un taladro enorme para hacer alguna reparación en el patio trasero del edificio. La comitiva ya ha  traspasado la puerta de la Oficina y todo lo que puedo ver de la ceremonia es el dibujo que posteriormente haría Cyn al haber olvidado todos llevar cámaras para inmortalizar el momento. Tal vez el único que pudo acordarse fuera el previsor Brian, pero seguramente prefirió no correr el riesgo de que hubiera cualquier prueba de ese momento tan vergonzante en la naciente carrera de su banda.

 

Dibujo de Cynthia

Gracias a ese dibujo podemos confirmar que Ringo no asistió a la ceremonia como aseguran algunas fuentes y que Brian actuó como padrino. También vemos el peinado de la novia, no muy diferente al de John, Paul o George, o su vestido a cuadros que presenta un leve abultamiento a la altura del vientre, lo que puede ser una ironía de la joven para delatar el motivo del casamiento ya que, a esas alturas, no era posible que su embarazo fuera evidente.


Pero lo que Cynthia no puede reflejar es el ruido que se ha iniciado en la calle con los operarios trabajando con el taladro y que impide escuchar una palabra de lo que en la sala del primer piso dice el oficiante, los testigos o los propios novios. A la salida, una lluvia repentina les obliga a correr entre risas al lugar del convite, Reece´s, invita Brian.


Paul no ha cantado Yesterday, como sí hará en la boda de George, por razones obvias, ya que no tendrá la melodía hasta comienzos de 1964, pero la mención al ayer es pertinente. Veintidós años antes, Alfred y Julia también se han casado en secreto, sin familiares, sin fotografías. Algunas fuentes señalan que también ellos acudieron a Reece´s y tomaron el mismo menú de sopa y pollo que su hijo, lo que demostraría la  popularidad de la carta de este local que sobrevivió a una guerra y a varias décadas ofreciendo la misma comida y que, actualmente, está abandonado y a punto de ser remodelado para convertirse en apartamentos de lujo.


Después, fueron a ver una aburrida película titulada premonitoriamente "así una luna de miel", porque la suya terminó al tiempo que salían del cine y Alfred llevaba de vuelta a Julia a su casa dejándola sola en su noche de bodas para que diera la noticia a su atribulada familia, mientras él caminaba a la suya o a algún pub. Hay otras fuentes que señalan que realmente la infeliz pareja no fue a Reece´s sino al pub The Vines, aún abierto en nuestros días, a la vuelta de Lime Station. La visita a Reece´s sería recordada por el propio Alfred quien lo dejaría escrito en sus memorias nunca publicadas pero de las que se aseguró que John recibiera una copia tras su muerte en 1976. Claro que, después de haber olvidado a su hijo hasta que éste alcanzó la fama, tampoco podremos confiar en exceso en su memoria.


También es falsa la opinión extendida de que la madre de la novia se negó, igual que Mimi, a acudir a la ceremonia. Lo cierto es que zarpaba la víspera a Canadá, y su hija acompañó a la madre para despedirse de ella en los muelles. No sabremos si la madre se sintió encantada de tener una perfecta excusa para no asistir al evento o si se entristeció, tal vez, por no poder acompañar a su hija en tales circunstancias.

 

En Reece´s los chicos deberán esperar por que Brian ha olvidado hacer la reserva y es la hora de la comida de un día de labor, jueves, y los oficinistas de la zona ocupan todas las mesas del piso en el que está instalado el comedor. La cuenta le salió a Brian por setenta y cinco peniques y como el local no tiene licencia para la venta de bebidas alcohólicas, el brindis se debe hacer con agua, otro mal presagio.

 

 

36, Falkner Street, noche de bodas

En lo que sí se diferenció la boda de John de la de sus padres es en que pudieron disfrutar de un nido de amor ya que Brian dispuso que su piso particular, en el 36 de Falkner Street, pudiera ser la residencia de la pareja hasta que naciera el pequeño o encontrasen un mejor alojamiento. Sin embargo, esa noche, mientras Cynthia hace todos los arreglos necesarios para llevar sus pertenencias a su nuevo domicilio, John estará en el escenario del Riverpark Ballroom, en Chester, y llegará tarde, probablemente bebido.


Pero la vida doméstica comienza en este edificio, próximo nuevamente a la Escuela de Arte, otra calle repleta de pisos de estudiantes, aunque de menor poder económico, cercana al Dingle, el barrio de Ringo, que viene a ser en Liverpool lo que en otros sitios se denomina como "el popular barrio de", es decir, un lugar al que es mejor no ir y si se ha de hacer, deberá ser de día y mejor acompañado que solo. Aquí Cynthia tendrá tiempo suficiente para reflexionar sobre el paso que acaba de dar. Es seguro que tratará de aferrarse a cualquier pequeño signo de esperanza, como el de que si el amor que John la tiene es el mismo que a las guitarras, aquél durará por siempre.   


A este piso acudirá de visita Ringo pocos días después, quien aún no sabe nada de la boda, tan en secreto se mantiene aún este tema, tan lejos está aún el batería de ser aceptado a todos los niveles en el grupo. Es también en este piso donde tiene lugar una reunión clave entre John, Paul y Brian, aquella en la que se firma el contrato por el que se acuerda que todas las canciones escritas por John o Paul llevarán la firma de ambos con una participación idéntica en las regalías, no importa quién sea el compositor real. De este modo, y por primera vez, George quedará excluido de una parte del negocio que generará el grupo.     


Según Lewishon, es aquí donde John comienza a componer Do You Want To Know A Secret?, en referencia a ese secreto entre él y Paul, ya que durante semanas nada se dirá del nuevo contrato al resto de la banda. No creo que se deba ser tan malévolo. John terminaría por entregar esta canción a George para que la cantara y resultaría lennonianamente retorcido tener este gesto de crueldad. Más bien creo que el secreto a que hace referencia la canción es el matrimonio y embarazo de Cyn.

 

Paseo por Falkner Street y no necesito mirar los números de las puertas ya que la voz de un John enseñando la canción a Paul me guía. El título proviene de los recuerdos de un tema de la película Blancanieves de Disney, I´m Wishing, que su madre le cantaba de niño por lo que nuevamente aparece la dualidad entre Cynthia y Julia, una ambivalencia que posteriormente se repetirá con Yoko. Claramente John debe forzar la voz para alcanzar las notas más altas y si baja el tono de la canción, el bonito efecto de arrastre de los acordes se perderá, esto explica suficientemente por qué permitirá que George la cante.   


Aunque técnicamente Falkner Street ya no es un picadero, sino el hogar de una familia en ciernes, lo cierto es que el secreto de la boda me permite mantener la ficción. Durante un tiempo, las peleas y conflictos del Dingle llegarán a esta parte de la calle. Una Cynthia asustada, que debe pasar gran parte del día sola, suplica a John que se muden a una zona más tranquila. Y aquí cerramos el círculo. John optará por trasladarse nuevamente a Mendips con Cyn. La tía Mimi cuidará de su esposa embarazada en sus numerosas ausencias y verá nacer al hijo de su sobrino, temiendo tanto por él como lo hizo por el hijo de su hermana.


A partir de este momento, los Beatles publicarán su primer single oficial y lograrán en pocos meses la fama nacional. Los conciertos serán cada vez más lejos, las actuaciones en la BBC y las sesiones de grabación les arrastrarán a Londres inevitablemente y las visitas a Cyn serán cada vez más esporádicas. Aunque Julian recibirá su nombre en recuerdo de su abuela, esto no será suficiente para tener el amor y compañía de su padre, demasiado ocupado en su vida beatle para tener que ocuparse de él. Como recordará más adelante, siempre consideró más padre suyo a Paul que a John. Pero su importancia en el universo musical del grupo será tan relevante que inspirará tres canciones cruciales en la obra de los Beatles, aunque ese día está aún por llegar. Por ahora, camino alejándome del 251 de Menlove Avenue en dirección a Penny Lane, preguntándome cuántos más secretos guardarán estas calles, cuántos fueron revelados en un susurro a oídos que prometieron no revelarlos.    




 

domingo, 10 de octubre de 2021

De picaderos por Liverpool (Parte 1ª)





Según la Real Academia de la Lengua, picadero es una casa o apartamento que alguien dedica a sus encuentros eróticos de carácter reservado, y es con esta pícara acepción en mente con la que comienzo un paseo por las calles del Liverpool de finales de los años cincuenta y primeros sesenta.


La verdad es que, siendo realista, el paseo se limita a los picaderos de John que era el mayor y del que, por otro lado, tenemos más información, pero es también una excelente oportunidad para conocer el barrio universitario de Liverpool, un lugar lleno de pequeños cafés, restaurantes y pubs llenos de historia entre casas georgianas ocupadas por estudiantes que, en septiembre, están aún completando los muebles y disfrutan del entorno, llenan las animadas terrazas y parecen más preocupados por conocer al resto de estudiantes que por los exámenes aún lejanos.


En realidad, la sede de la principal Universidad de Liverpool ocupa el lugar de la antigua maternidad, en la calle Oxford en la que nació John en 1940, pero no es ese el punto en el que decido iniciar mi paseo golfo, sino en la instalación escultórica llamada A Case History o Una historia de maletas, en la que el artista John King quiso homenajear a todos los habitantes de Liverpool que, por una razón u otra, habían dejado la ciudad tras de sí. Las maletas tienen nombres de personas reales, habitantes de la zona que emigraron. El monumento se encuentra en el cruce entre Hope Street y Mount Street. Después de pensar en todos aquellos que tuvieron que dejar atrás su ciudad natal, igual que tuve que hacer yo, y de localizar la maleta con el nombre de John Lennon, decido comenzar mi paseo por el edificio que se alza ante mis ojos.

 

A case history
A Case History

El inmenso bloque que contemplo, con entrada por Hope Street, fue la sede del Liverpool College of Art, la Escuela de Arte de la ciudad en la que John se matriculó por los pelos en 1957, gracias a unas notas pasables en dibujo y a la buena disposición de Philip Burnett, su profesor de inglés que creyó reconocer una leve gota de talento en el uso del lenguaje del chico y que abogó por su aceptación.

La escuela compartía pared con otra importante institución académica de la ciudad, el Instituto de Liverpool, con entrada por Mount Street y un elegante pórtico de columnas jónicas. Esto quiere decir que John estudiaba a escasos metros de donde ya lo hacían Paul y George desde hacía unos años.


Por extraños giros del destino, el Instituto de Liverpool, una institución más seria, con mayor ascendencia social, dedicada a preparar a los jóvenes con mejores resultados académicos, se ha convertido en la sede del Liverpool Institute of Performing Arts. El más conocido como LIPA trata de formar a jóvenes en todas aquellas profesiones relacionadas con las artes, sea el teatro, la música, la dirección y otras muchas ramas del mundo escénico. La escuela fue ideada e impulsada inicialmente por Paul pero cuenta también con importantes patrocinios y fuentes de financiación locales, estatales y privadas. El punto culminante de cada curso suele ser la clase magistral final que acostumbra a impartir Paul mientras, seguramente, Mary McCartney, donde quiera que se encuentre, se emociona viendo cumplido el sueño de que su hijo se convirtiera en maestro. Por contra, la institución más bohemia, la salida honrosa para quienes no lograban las mejores notas para acceder al Instituto, se convirtió en una de las sedes en la ciudad de la prestigiosa Universidad John Moores, nombre de un filántropo local del siglo XIX en cuyo honor también se bautizaron algunas exposiciones en la Walker Art Gallery que buscaban promocionar a jóvenes promesas locales y que ofrecía un sustancioso premio que, en 1959 recayó precisamente en Stuart. Probablemente, el Sr. Moores o los miembros del jurado se habrían sentido consternados de saber que el importe del premio se destinó a la compra de un bajo eléctrico que Stu nunca llegaría a dominar. En todo caso, desde 2014, el LIPA ha adquirido este edificio volviendo a unir unas piedras que han contemplado vidas talentosas que cambiaron parte del mundo que conocemos.    

 

Sea como fuere, lo cierto es que no se atisba a ningún estudiante con aspecto de teddy boy peligroso, o de bohemio descuidado portando sus caballetes o sus carpetas llenas de dibujos y caricaturas. Ahora es todo un poco más aséptico, más amable, o tal vez sea lo que quieren ver mis ojos.


Y estoy pensando en la influencia que la vida estudiantil pudo tener en los muchachos, en un ambiente tan distinto al de sus barrios de origen, entremezclándose con otros jóvenes de diferentes procedencias y con intereses afines, cuando veo a dos chavales bajar por Mount Street, con unas largas patillas y un corte de pelo que desafía la gravedad. Uno de ellos me recuerda vagamente a James Dean, el otro, más alto, gesticula y grita en un endiablado dialecto local del que apenas logro entender nada. En un momento grita con fuerza: "Thel" y una chica que camina en un grupo por delante se gira y le mira. Él hace una mueca y trata de unir las manos como si fuera retrasado, la chica ríe y continúa andando. Los dos jóvenes también ríen y ya no hay dudas de que la conversación gira en torno a ellas.


El que se parece a James Dean tiene un aspecto blanquecino, casi fantasmagórico, y aunque muchos creen que se debe a que evita la luz del sol, que prefiere los ambientes nocturnos más bohemios, yo ya sé que la causa es que apenas le quedan cuatro años de vida y que, de algún modo, la cara es el reflejo del alma que lo sabe todo de nosotros. Y es también el recuerdo de que nadie conoce su última hora, ni siquiera John que se muestra tan ufano, tan engreído y desafiante. Es difícil trascender la máscara que oculta sus sentimientos e impulsos, es difícil saber cuánto hay de pose, cuánto de protección en su mirada agresora, cuánto de ella trata de esconder un dolor y una fragilidad que se remonta hasta donde guarda sus más antiguos recuerdos.  


John nació durante el peor momento de la guerra, cuando Liverpool era bombardeada casi cada noche por los nazis. Sus padres se han casado en contra de la opinión de todo el mundo después de un larguísimo noviazgo interrumpido en innumerables ocasiones. Al estallar la guerra, Alfred, marino de profesión, debe zarpar sin ofrecer seguridad económica, ni siquiera la certeza de volver a ver a su familia. Cuando se entera del embarazo de Julia, entra en pánico y escribe a su mujer dándole libertad para que reanude su vida con otros hombres, tan corta preveía la suya, tan larga la de ella. Julia vive en la casa paterna mientras puede con el pequeño John a cuestas, pero debe salir a ganarse la vida, y lo hace en trabajos temporales, de camarera y acomodadora, lo que no le impide tomarse sus respiros y salir a bailar en las pocas ocasiones en las que el suministro de luz permite este tipo de esparcimientos. Las visitas de Alfred a Liverpool son escasas y su entusiasmo por mujer e hijo no parecen a la par que su gusto por los amigos de costumbre y las borracheras y, en algún punto de la guerra, la conducta errática de Freddy le crea problemas de todo tipo y desaparece por una larga temporada, deja de enviar dinero, cartas, se evapora sin más.


Julia, que conserva el atractivo para los hombres y que goza de su compañía, ennoviará con un soldado galés de la guarnición de Liverpool del que queda embarazada debiendo, por las presiones del patriarca Stanley, entregar a la recién nacida a un capitán noruego que se ofrece a adoptar a la criatura. Otra pérdida para John, una hermana que nunca conocerá, pese a que muchos años después, ya famoso, contactó con una empresa de detectives para que trataran de localizarla. Julia es incansable y las ganas de vivir se le escapan a raudales, así que poco después comenzará otra relación, esta vez con el sommelier John "Bobby" Dykins, tal vez un título profesional que no hace justicia a su verdadero papel, más próximo al de camarero en un restaurante, ya que el conocimiento que tiene del vino y otros  alcoholes le viene más por su ingesta abundante que por una formación técnica. Julia se muda con Dykins a un piso minúsculo con una única cama y la familia materna se opone a que lo haga con el pequeño John. La vivienda es tan pequeña que tienen que dormir los tres en el mismo colchón y el decoro de la época se ve violentado. La moda del colecho aún no ha nacido, así que finalmente Julia accede, con la amenaza encubierta de los servicios sociales, que han sido llamados por la familia pudorosa para dar cuenta del escándalo y tratar de que la custodia del niño le sea arrebatada a la madre si no entra en razón. Finalmente, se acuerda de manera privada que John viva con la hermana mayor del clan, la tía casada pero sin hijos que vive en una casa grande de Woolton, un suburbio de clase media en las afueras de la ciudad, y que tiene posibles para poder costear la educación y vida del niño. Entre medias, y antes de que John vaya a vivir con sus tíos, Alfred Aparece en la casa de su mujer y la escena de la bronca con Julia y Dykins será un recuerdo permanente en John según aseguraba éste pese a que es muy improbable, dada su corta edad, que tuviera una noción directa de los hechos más allá de lo que pudiera haber escuchado entre sordos susurros de su tía o su madre en años posteriores. Sin embargo, es la mejor prueba de que todas estas circunstancias familiares fueron dejando una huella perdurable en el joven John.

 

En 1946 Alfred reaparece conciliador en la puerta de la casa de tía Mimi para pedir pasar unas horas con su hijo.  Inocentemente, la tía accede y Alfred se lleva al pequeño a Blackpool donde  supuestamente planea escapar a Nueva Zelanda con él. Pero Julia descubre dónde se encuentra y aparece en la casa donde están padre e hijo. Otra escena impactante para el ya abultado álbum del pequeño. Finalmente se decide que John regrese con Julia a Liverpool para continuar viviendo con la tía Mimi, y padre e hijo no volverán a verse hasta 1964, durante el rodaje de A Hard Day´s Night.


Mientras recopilo estos recuerdos, el alegre grupo gira a la derecha y luego toma la pequeña Rice Street para subir los tres escalones del Ye Cracke, un pub que es para estos estudiantes como el patio trasero de la escuela, el lugar al que salir al final de las clases, tomar unas cervezas, comenzar ligues; los más valientes a presentar al resto sus primeros poemas, ideas de bosquejos aún no plasmados en telas, en definitiva, para comenzar el juego social que hoy se desarrolla en terrenos virtuales pero que todavía en aquellos años se entretejía con la vida misma.


El Ye Cracke es un pub para estudiantes pero que cuenta con una larga tradición local. Una de sus pequeñas estancias, abierta hacia la barra principal es lo que los locales llaman la War Room, una clara burla liverpooliana a la verdadera war room desde la que Churchill dirigió la Segunda Guerra Mundial en los sótanos del Tesoro Británico y que hoy se ha convertido en un museo nacional. Allí se sientan los veteranos y juzgan todo cuanto ocurre en el pub, pero hoy no hay nadie, así que puedo entrar sin miedo y mirar los cuadros y planos que cuelgan en sus paredes y hacer el tímido intento de sentarme un rato mientras reposa mi pinta en la barra e imaginar cómo sería sentir que tienes el poder sobre un grupo de borrachos allí congregados.

El camarero me avisa y salgo al pequeño jardín trasero en una tarde soleada de finales de verano. El lugar es agradable y me siento en una larga mesa con bancos corridos, al fondo, bajo un árbol mientras miro el resto de mesas, algunas ocupadas por pequeños grupos de estudiantes y una pareja de enamorados cogidos de la mano, tal vez comenzando una aventura, tal vez llegados de vuelta y reencontrándose después del verano, tras la pausa de los estudios.

 

Una pinta en el jardín de Ye Cracke
Una pinta en el jardín del Ye Cracke

La escena es calmada, apenas se escucha tráfico, solo alguna voz de los pocos parroquianos que están jugando a los dardos dentro del pub. Aquí fuera todo es tranquilo en este comienzo del curso 2019, pero nada lo fue para John en el inicio de su curso 1958. Su personalidad, ya de por sí, bastante contradictoria y difícil por sus circunstancias personales, ha sufrido un nuevo golpe devastador. En los últimos años ha ido recobrando poco a poco el contacto con su madre. Julia se ha mudado con John Dykins a una casa relativamente próxima a Mendips, en Bloomfield Road Green, por lo que puede visitar con frecuencia a John. Apoya sus proyectos musicales, ha formado parte del público que le contempló en el escenario de la feria de Woolton, el día en que él y Paul fueron presentados. Julia, con su alegre carácter, sus atrevidos vestidos, no es para John una madre, es como una tía consentidora, una confidente en contra de la estricta tía Mimi preocupada por las amistades de su sobrino, por sus notas, por la manía de ir acompañado de su guitarra a todas partes, acuciada ya por problemas económicos tras la muerte de su marido lo que le ha obligado a alquilar habitaciones de la casa para estudiantes de la Universidad.


Julia trata de reconstruir la vida destrozada de su hijo e incluso se prefiguran planes para que John se traslade definitivamente con ella a la casa y así pueda convivir con sus dos hermanastras, Julia y Jackie Dykins, planes más o menos encubiertos a los ojos de la tía Mimi, si bien, las estancias de John en casa de Julia cada vez duran más días. Pero todo termina fatalmente una tarde de julio de 1958. Julia ha ido a visitar a su hermana, mientras John está en Bloomfield. Y tras una larga charla se despide de Mimi y sale a la calle a tomar un autobús. La acompaña Nigel Walley, un amigo de John que pasa casualmente por allí y que circunstancialmente ejerce de manager de los Quarrymen, hasta que se despiden una manzana más arriba y ella cruza Menlove Avenue. Será la última persona con quien hable. Tras la muerte de Julia, Mimi acude con un policía a Bloomfield a dar la noticia a John. Casi con total seguridad podremos decir que este no afrontó el trauma hasta muchos años después, plasmado en Plastic Ono Band, su primer disco tras dejar los Beatles.

 

Esta pérdida supondrá un vínculo indisoluble con Paul, quien ha perdido a su madre repentinamente apenas hace un año sin conocer la gravedad del cáncer que padecía. Educados en los estrictos códigos masculinos de la época, ninguno de ellos se abrirá al otro explicitando su dolor, pero éste será un lazo entre ambos del que siempre serán conscientes. Todavía once años después, cuando los Beatles se afanan en grabar el White Album casi cada uno de ellos por separado, podemos escuchar en Anthology 3 un ensayo de Julia, la canción que John compuso en la India para su madre, registrándola en solitario, la única canción que grabó con los Beatles sin  presencia de ninguno de los otros tres en el estudio pero con Paul en la sala de control para darle apoyo en un momento que sabe difícil para su compañero. Las disputas musicales quedan apartadas cuando John le pregunta a Paul si la toma ha estado bien, pidiéndole consejo con un deje de inseguridad impensable en los días del Ye Cracke y que solo se permitiría ante un igual en sufrimiento como Paul, y vemos cómo éste contesta animándole cariñosamente.

 

Si ya de por sí las circunstancias de su vida le habían forjado un carácter difícil, esta pérdida le convierte en un muchacho peligroso a los ojos de todos. Casi ninguno de los compañeros de clase conoce la muerte de Julia, tal es la reserva de John. Su sarcasmo y agresividad contra todo lo establecido le convertirán en el alumno más odiado por todos los profesores y en uno de los muchachos más temidos por el resto de sus compañeros. Las bromas de John siempre son a costa de alguien, las carcajadas son de aquellos que se alegran de no haber sido el blanco de su lengua o sus puños por esta vez.


Es aquí en Ye Cracke donde la cosa avanza también con Thelma, y a menudo hacen lo que llaman una carrera de cinco millas, la metáfora del acto sexual. En ocasiones lo harán en Mendips, aprovechando que Mimi sale una noche a la semana a jugar al bridge. Otras veces lo harán en alguna sala de la escuela. Con Thelma mantendrá un vínculo profundo al haber sido ésta abandonada por su padre a los diez años y mantener una pésima relación con su madre. Esta confesión que la joven le hizo a los pies del monumento a la Reina Victoria seguramente supuso un remanso para John. Al igual que con Paul, la compañía de Thelma le permite relajarse momentáneamente y mostrar otra faceta de sí mismo que a pocos les era dado ver. Y es que parece que los desgraciados y apaleados de Liverpool se unen para darse calor.


John y amigos en Ye Cracke
John y amigos en Ye Cracke

 

Pero en algún momento la cosa se tuerce y John no es capaz de controlar sus impulsos violentos, tanto verbales como físicos, y la pareja rompe varias veces. El punto final llega desde aquí donde estoy sentado y el eco aún se conserva entre las maderas del viejo pub: los gritos que un John borracho lanza para que todos lo oigan y avergonzar así a Thelma, llamándola la reina del borde de la cama, algo así como lo que luego sería una day tripper, vamos una chica que no está dispuesta a llevar sus juegos sexuales hasta el final. Es más de lo que Thelma puede soportar. La humillación pública es una de las formas preferidas por John, pero ésta no es precisamente una afirmación que se base en la verdad, Thelma seguirá viendo a John por unos años, pero ya no volverán a estar juntos. La joven tiene carácter y en el mismo tono le recrimina: "Yo no tengo la culpa de que tu madre haya muerto", y con esta lacónica frase resume una verdad que tardará muchos años en asimilar. Johnny aprende que las apuestas fuertes a veces pueden perderse.


Pero poco parece importarle este contratiempo. Siempre le quedarán Stuart, Paul, y ese pequeño George que se les une, tan callado, tan extraño pero que cada vez que habla es más certero y mordaz que él, ese chico que ya se ha unido al grupo por méritos propios y que toca la guitarra mejor que ninguno de ellos. Pero sobre todo, no le importa perder a Thelma porque sabe que sigue teniendo muchas compañeras que suspiran por él. En esos años, el mito de la violencia masculina está asentado no solo por el cine americano, sino por las pandillas de teddy boys, todas violentas, todas basadas en la superioridad del hombre sobre la mujer. Es una estética del varón que tiene pocas alternativas que le hagan sombra, y las chicas suspiran por ese tipo de novio que puede llegar a pegarlas y tratarlas con rudeza, en la confianza de que su amor terminará por volverlos suaves y manejables.


Aquí en Ye Cracke es donde la amistad de John y Stuart se cimenta, compitiendo duramente con la de Paul. Ambos comparten clases y John siente admiración por el talento artístico de Stuart y el atractivo que tiene con todas las chicas. John, con su comportamiento desconcertante resulta intimidante para las compañeras de la escuela, pero no por ello deja de tener su propio grupo de admiradoras.


Entre ellas, y en silencio, Cynthia Powell, una joven que comparte algunas clases con John pero al que apenas se atreve a mirar por el terror que le inspira su carácter violento, le admira en secreto. Ella vive en Hoylake, al otro lado del Mersey, una zona acomodada lo que no deja de generar bromas en John que corean el resto de amigos. Cynthia es miope, como John, pero pocos conocen que éste debería llevar gafas, que en palabras de George, es más ciego que un topo. Solo en contadas ocasiones, cuando debe leer las letras que Paul garabatea en su cuaderno de "otro original Lennon-McCartney", baja las defensas y se pone sus gafas, similares a las de su ídolo Buddy Holly.


Pero en Ye Cracke nada de esa inseguridad se deja ver. John vocea, bebe sin medida, se pavonea. No es raro encontrarle saliendo de la escuela y esperando a Paul con las guitarras a la espalda, corriendo para tomar el autobús 86 que les lleva por Penny Lane hasta la casa de Paul donde pueden ensayar juntos y componer canciones mientras utilizan la pipa de Jim, ausente hasta el final de la tarde.


Pero volvemos al Ye Cracke donde las miradas de reojo de Cynthia no han pasado inadvertidas para algunos amigos de John que le convencen de que la joven apocada parece interesada en él. John no muestra especial emoción, una chica más, no precisamente la más atractiva, no la más aventurera. Las carreras de cinco millas con ella parecen imposibles. Pero los contrastes sienten una peligrosa atracción, y un día, casi al final del curso, ya en 1959, John le pregunta si quiere salir con él un día. Cynthia, temblando de miedo y felicidad a un tiempo, le contesta que está comprometida con un chico de Hoylake. John, con mofa, le espeta, que la cosa no es para tanto, que no le ha pedido matrimonio, y Cynthia queda compuesta y sin palabras pero su amor crece, un vislumbre de una pequeña posibilidad, de una chispa.



Cuando el curso toma su recta final y los muchachos se juntan para celebrar una fiesta el 3 de julio de 1959, ambos tontean en el pub, tal vez hablen en las esquinas sabiendo Cynthia que entra en un juego peligroso, sabiendo John que Cyn, como ahora la llama, es esa persona sensible y con inclinaciones artísticas que siempre le ha atraído. Pero la cosa no parece ir más allá y, en un momento, Cynthia vuelve con sus amigas y se preparan para salir. John vuelve a jugar la única carta que conoce y grita: “¿sabíais que la señorita Cynthia es una monja?” Ahora Johnny sabe que una de cada dos veces la baladronada sale bien. Cynthia se gira y vuelve con él. Pocos minutos después la pareja sale de Ye Cracke.

El calor dentro del pub es asfixiante y el jolgorio de los estudiantes empieza a ser molesto así que salgo detrás de ellos a una noche estrellada de hace sesenta años. Paran en un fish & chips y se dirigen a la casa de Stu, en el 9 de Percy Street. Nos cruzamos con algún grupo de estudiantes que celebran el próximo fin de curso pero, raro en él, John no los insulta o anima. Caminan muy pegados y a ratos de la mano, hablando muy bajo. El paseo no llega a quinientos metros pero no parecen tener prisa, se paran para besarse al lado de la escuela, junto a la catedral y casi en cada esquina mientras comen patatas distraídamente. El reguero de comida es la pista de su errático deambular. Debo dejarles en la puerta del espléndido edificio en el que Stu tiene alquilada una habitación desangelada pero con un jergón en el que, como señala con delicadeza británica Mark Lewishon, Cyn le demostró a John que no era una monja.

 

9, Percy Street
9, Percy Street, el apartamento de Stu

Que John tuviera la llave del departamento de su amigo prueba el nivel de amistad de ambos, pero también nos hace pensar que no es la primera vez que lo usa para estos fines, sea con Thelma, sea con otras muchachas. Allí se ha reunido en ocasiones con Paul para tocar, pero también ha frecuentado a algunos otros amigos de Stuart, intelectuales en ciernes que leen poesía y visitan las exposiciones de la Walker Art Gallery. Las desnudas paredes, los techos altos, la falta de calefacción y la precariedad le parecen a John la esencia de esa vida que anhela pero que tan lejos queda de su tranquilidad de Mendips.


Ahora podemos saber cómo eran esas habitaciones. Recientemente, el piso que se alquilaba por departamentos para estudiantes poco adinerados, se reconvirtió en lo que seguramente fue en un principio, un espléndido edificio para el uso y disfrute de una familia pudiente. En 2016 salió a la venta reformado por un precio de casi 700.000 libras. Según destacaban los agentes inmobiliarios, la casa sobresalía por su decoración de la época georgiana, sus amplias habitaciones y un estilo propio de un hogar para familias acaudaladas de Liverpool que quieran vivir en pleno centro, a un paso de la catedral, a un paseo de la zona de ambiente.


Estado actual de la vivienda
Estado actual de la vivienda

 Viendo las fotos de la vivienda tal y como está decorada actualmente, es difícil hacerse una idea de cómo podía ser hace más de sesenta años, pero fácilmente podemos imaginar las paredes desconchadas y el techo ennegrecido por los abundantes cigarrillos, la chimenea como una fuente de frío constante, usada como armario o alacena, nunca encendida y probablemente mal conservada. El agua caliente y el suministro eléctrico podían ser bastante deficientes y las goteras de los pisos superiores eran una constante. No hay duda de que ninguno de los muebles que podemos admirar formó parte del mobiliario de Stu, ni que las grandes camas fueron las que soportaron el peso de la nueva pareja. Probablemente el mobiliario fuera mezcla de restos encontrados en la calle o cedidos por familiares antes de ser arrojados a algún descampado. Pero en ese ambiente Stu vivía como lo que deseaba y esto no dejaba de presionar a John que, pese a sus fanfarronadas, sus burlas por el control que Jim McCartney ejercía sobre su hijo, no borraban el hecho de que él seguía viviendo junto a su tía y sus gatos.


Paseo calle arriba y calle abajo admirando los edificios, auténticas joyas de época que han sido utilizadas recientemente como decorado exterior para el rodaje por Netflix de la serie The English Game, hasta que me convenzo de que John y Cyn no bajarán por esta noche.


Nadie sabe qué confidencias se harían ambos, tal vez John pudiese hablar con franqueza de sus sentimientos por la pérdida de su madre, tal vez Cyn pudiera revelar que ella había perdido también a su padre hacía unos años. Parece que en Liverpool todos los niños y jóvenes eran huérfanos o habían sido abandonados. No es de extrañar que George, siempre sensible, siempre alerta, temiera estar a punto de sufrir alguna pérdida devastadora, era el único del grupo en conservar a padre y madre.


Lo que es seguro es que John hablará sobre sus sueños de convertirse en una gran estrella del rock, que nombrará a sus amigos Paul y George a los que Cynthia ya conoce de verlos rondar alrededor de John, despreciándolos por considerarlos mocosos del instituto pero ignorando que ellos son y serán, por muchos años, la única familia que él sienta como tal, el único vínculo que acepta y que ella jamás logrará reemplazar. Y ante estos sueños tal vez Cynthia crea mejor no revelar los suyos, convertirse en profesora de arte o dedicarse al diseño, planes muy avanzados para una mujer de su época pero a los que acaba de renunciar sin saberlo al convertirse en la futura señora Lennon. 

 

Es posible que Cyn entreabriera los ojos para ver a John y creer que la fuerza de su amor sería suficiente para suavizar al rudo joven, que podría domesticar su fuerza, sin llegar a entender la fuente de sus turbaciones y miedos, tan profundos que no le será fácil llegar a ellos para disolverlos. Solo canciones como Anna (Go To Him) de Arthur Alexander o Baby It´s You de las Shirelles le enseñarán el modo en que se puede ser tierno y no débil, afectivo y no insensible, que desvelar una parte de sus sentimientos no le hace más vulnerable. Solo en la música aprenderá lo que, de otro modo, la vida le ha negado.   


Pero el miedo a perder el amor, a ser abandonado nuevamente como le había ocurrido con su madre, con su padre, siempre permanecería agazapado en su interior generando inseguridades que ocultaría con cinismo y violencia, creando esa dualidad en su alma que le revelaría como un apóstol de la paz y el amor universal con himnos como All You Need Is Love o Imagine, pero que también le convertiría en un irascible y airado muchacho de difícil trato.

 

Por alguna razón, y totalmente en contra de lo que evidencia la cronología del catálogo de canciones de John, creo encontrar en esta noche el germen de Ask Me Why, la cara B del segundo single del grupo, aún a cuatro años de publicarse, a tres de ser escrita. Esa canción que irremediablemente me parece dirigida a una mezcla de Julia y Cyn, a una mujer a la que explica que su felicidad está entrelazada a su tristeza, y a que esta felicidad que ella le trae, al tiempo, le hace llorar. Es posible que al escuchar temas de Smokey Robinson un par de años después, los recuerdos de esta noche surgieran de manera espontánea. Así es como lo percibo y así es como escucho en el silencio de esta noche de verano de 1959 la voz de John tratando de encontrar el ritmo de una canción que algún día cantará para Paul, otro original Lennon-McCartney. 

 

Catedral de Liverpool

Finalmente, me alejo de la calle y giro hacia Huskisson Street desde donde contemplo la torre de la catedral que comienza a reflejar los rayos del sol de este cálido amanecer tomando ese color dorado que la caracteriza y hago una parada ante el número 22. Nunca tendremos la certeza de si John llegó a saber que la familia de su madre, al inicio de la Segunda Guerra Mundial, se mudó a una casa apenas a 130 metros de donde ahora yace con Cyn y que, probablemente, fuera en ella engendrado, en el suelo de la cocina, como se jactaba Alfred Lennon. En esta noche Cynthia perderá su virginidad e iniciará una vida junto a John llena de renuncias y sinsabores, de lloros y alguna alegría ocasional. Sin saberlo ni probablemente quererlo, John venía a repetir el patrón de su padre, a tan escasos pasos de donde fue concebido que apenas resulta creíble. Pero en Liverpool todo parece quedar muy cerca, todo parece relacionado.